Consideraciones en torno al poblamiento de la Edad del Bronce en la Marina Alta
José Luis Simón García
Marco Aurelio Esquembre Bebia
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ARCIIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
J.L.
SIMÓN ÜARCÍA* y
M.A. ESQUEMBRE BEBrA**
CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LA MARINA ALTA
l. INTRODUCCIÓN
Cuando en 1986 efectuamos la primera aproximación a la Edad del Bronce en el término
municipal de Jávea (Simón, 1987), lo hicimos tomando como base los materiales existentes en
el Museo Municipal cuya procedencia tenían como origen prospecciones más o menos sistemáticas, colecciones particulares y donaciones de haUazgos casuales. Aquel breve estudio tan sólo
pretendía establecer una base para posteriores investigaciones que tendr ían como objetivo conocer, con mayor exactitud, las características de las sociedades que habitaron el extremo oriental
de la Marina Alta durante la Edad del Bronce.
Casi una década después, las investigaciones sobre dichas sociedades se tienen que seguir
desarrollando sobre los datos procedentes de prospecciones y materiales de superficie. Estos bao
aportado escasos datos culturales y cronológicos, pues, hasta la fecha, no se ha efectuado ningima excavación sistemática que halla proporcionado un bagaje lo suficientemente amplio para
poder efectuar las primeras matizaciones sobre este periodo y los grupos humanos que en la zona
se desarrollaron. La única novedad basta el momento la ha proporcionado, por un lado, una excavación en área urbana desarrollada por el Museo Soler Blasco de Jávea, en el casco antiguo en
cuyo lugar se han detectados fondos de cabaña fechables en las últimas centurias de la Edad del
Bronce, en un Bronce Final que está por detallar; por otro, tenemos los datos recopilados por el
citado museo de algunas de las actividades clandestinas desarrolladas en la comarca. La revisión
de algunos materiales ya publicados es la única opción que sigue siendo posible (DeHbes, 1997).
• Universidad de Alicante.
Arqucogcstión C.B.
u
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El análisis del territorio y la profundización en el estudio de la evolución de una actividad
como la metalurgia -tan enormemente valorada por la comunidad cientifica a la hora de poder
observar cambios significativos en las sociedades de este período-, nos ha llevado a plantear una
serie de líneas de investigación e hipótesis que, por el momento, permitan, en la medida de lo
posible, acercarnos a algunos de los aspectos culturales que se desarrollaron en esta comarca.
Ll. EL TRÁNSITO CAMPANIFORME: HACIA UNOS NUEVOS MODELOS SOCIALES
La presencia de determinados elementos en el conjunto ergológico de un yacimiento han
servido para intuir o atribuir en Jas sociedades que los poseían unos determinados niveles tecnológicos, unos modelos sociales y consecuentemente unos cambios culturales, que en ocasiones
pueden tener un origen en su propia evolución interna o en los contactos directos o indirectos
con otros grupos humanos.
El tránsito de las sociedades calcollticas hacia los modos de vida de la Edad del Bronce habitualmente se ha situado, para casi la totalidad del País Valenciano, entre el lll y U milenio a. C.,
en términos de cronología relativa. Este hecho se constata con la aparición de muchos elementos de la cultura material, relacionados con el mundo campaniforme que, además de su presencia material, también nos aporta su carga cultural, simbólica y social, en respuesta, quizás, a una
demanda surgida por los cambios que se están produciendo internamente en los grupos locales.
Sin embargo, está aún por resolver si la llegada de estos elementos es independiente de las relaciones que se mantienen desde finales del IV milenio a. C., de forma directa o indirecta, con el
SE, o poseen, en cambio, un origen multidireccional procedente de varias zonas y por lo tanto
con diversas características.
Independientemente de ello, lo cierto es que estas relaciones con el SE están perfectamente
constatadas en el registro material, no sólo por la tipología de los objetos, sino también por las
materias primas con las que están elaborados. Destacan los bienes efectuados con materias primas suntuarias o un alto valor simbólico, como algunos fragmentos de cerámicas pintadas
(Martín y Camalich, 1982); los ídolos aculados (Soler, 1990) -cada día se tienen mayores noticias sobre su presencia en múltiples cuevas- y, finalmente, los tipos metálicos (Simón, 1998),
que se incorporan a los ajuares funerarios en un proceso, aún por determinar, de asimilación de
rituales (Soler, 1985 y 1990), etc.
Estas influencias meridionales se encuentran tanto en yacimientos de la Marina Alta, como
en otros próximos de la Safor, la Ribera, la Montaña Alicantina o la Marina Baixa. También las
podemos encontrar, esencialmente, en la Cova del Montgó, donde se constata la presencia de
cerámicas con decoraciones campaniformes, adornos de hueso, esencialmente botones de perforación en V, algún brazalete de arquero y elementos metálicos propios de este momento.
En relación con los objetos metálicos que se conservan en el Museo Provincial de Alicante
-seguramente provenientes de las actuaciones que el Padre Belda efectuó en La cueva (1942 y
1953}-, se constata la presencia de una gran lámina foliácea de metal y un puñal de base cuadrangular sin perforación ni remaches (Fig. 2.1-2) y en la Colección Museográfíca de Gata de
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Gorgos se inventaría un punzón biapuntado de sección cuadrangular en el centro y circular en
los extremos.
De las tres piezas, la primera, se situaría cronológicamente, con toda seguridad, en estos
momentos, con paralelos en algunos puñales del SE, dentro del campo cultural de Los Millares
(Arribas, 1975). Además, presenta una gran similitud con los grandes puñales de silex que, por
estos momentos, se encuentran en yacimientos próximos - Barranc de l' lnfem, Ereta del
Pedregal, Covacha de la Ladera del Castillo, Les Moreres, Cova Santa de Vallada- y que Juan
Cabanilles ( 1990) sitúa en el tránsito del
al ll rojlenio a. C. Éstos poseen un importante papel
social dado su carácter votivo, emblemático o de prestigio, funciones que pueden verse apoyadas en su escasa funcionalidad, tal y corno lo muestra la extrema delgadez de la lámina metálica con la que se efectuó tanto la pieza de la Cova del Montgó corno las del resto de las inventariadas en el País Valenciano - Ereta del Pedregal, Cova de la Barsella- , todas en ambientes campaniformes (Simón, 1995). El punzón, por su longitud (Fig. 2.3), se aleja de los típicos punzones calcolíticos, más largos y con una sección cuadrangular a lo largo de toda la pieza, y se aproxima a otros campaniformes, como el de El. Promontori de Elche (Ramós, 1982). El puñal de
base cuadrangular, aún sin remaches ni perforaciones para los mismos, parece que se debe de
adscribir a momentos más tardíos, si bien el enmangue por pinzarniento del mango sobre la hoja
es propio de los puñales campaniformes.
En el caso de la Cova del Pouet o del Tío Cruañes (Simón, 1987) nos encontramos ante una
cueva de enterramiento que fue destruida a principios de siglo y de la cual tan sólo se conservan
dos piezas metálicas en una colección particular, que, seguramente, estarían acompañadas de
otras realizadas en cerámica, lítico, hueso. Son tipológicamente ajenas y extrañas al mundo calcolítico y campaniforme de la zona, al igual que del resto del País Valenciano, tanto individualmente como en conjunto, pero con paralelos dentro del mundo metálico del SE a finales del m
milenio a.C., en el ámbito cultural de Los Millares (Arribas, 1976). Su aparición dentro del ajuar
funerario se engloba dentro de la utilización de objetos con una fuerte carga simbólica en ámbitos meridionales, sin que podamos precisar por el momento el valor que tuvieron en las sociedades calcolfticas y campaniformes de la Marina Alta. Su llegada hasta esta zona muestra, al
igual que los ídolos oculados o las cerámicas pintadas, Jos estrechos contactos, ya sea por vía
terrestre o marítima, directa o indirectamente, de los grupos humanos del entorno del Montgó
con el SE, lo cual los sitúa en la dinámica general de finales del Hl milenio a. C. de la Península
Ibérica. Quizás esta relación sea la vía por la que lleguen al mismo tiempo o con una escasa diferencia cronológica los elementos culturales e ideológicos del campaniforme (Hemández, 1985).
Muchas otras cuevas han aportado materiales encuadrables en el Campaniforme. Se constata la presencia de cerámicas, adornos de hueso o metal -caso de la grieta de la Penya de les
Arboncs de Parcent- con cerámicas con decoración campanifonne, botones de perforación en V
y un punzón biapuntado, claro ejemplo de ajuar de uno o dos individuos, como corresponde a la
concepción funeraria del momento. Algo sjrojlar debió ocurrir en el caso de los pufiales de lengüeta del Rafol d ' Almúnia del cual tan sólo nos ha llegado la parte metálica del ajuar y que debió
de estar acompañado de otros bienes ergológicos, como cerámicas, adornos y armas.
Los datos que se poseen de éstas y otras cuevas de la zona, apuntan hacia una fuerte implan-
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tación en la zona de conjuntos o elementos campaniformes, bien de forma independiente o a través de los caminos ya abiertos con anterioridad y por los cuales Uegan las influencias de los grumilenio a. C. Podemos suponer que los procesos de
pos culturales más meridionales del
estructuración social, tanto a nivel grupal como intergrupal, siguen la dinámica general que se da
en la provincia de Alicante y que se aprecia en otras áreas como el Vinalopó y 1'Aicoia-Comtat
(Bernabeu eL a/ii, 1994 y Bernabeu, 1995). Estos procesos, a una cierta distancia, siguen los
modelos del SE, quedando principalmente constatada esta circunstancia en los ajuares funerarios, pues, por el momento, nó tenemos elementos que nos permitan valorar la entidad de un
posible hábitat en la Cova del Montgó y de los poblados de llanura o ladera que sin lugar a dudas
debieron existir.
m
Ill. LA EDAD DEL BRONCE
ll.l. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO
Sobre este sustrato, cambiante, y sobre todo diverso, según cada zona, se implantarán los
modos de vida, la economía y el bagaje cultural de la Edad del Bronce, siendo el cambio de lugar
de hábitat una de las características más señaladas por su diferencia con las fases anteriores. En
este instante se eligen pequeños cerros frente al hábitat en Uanura o ladera de los momentos anteriores, y, si bien, el asentamiento en altura será el predominante, no habrá que descartar la posibilidad de la existencia de pequeños hábitats en el llano. Estos últimos, por las intensas remodelaciones agrícolas efectuadas y los aportes de los glacis circundantes, no se han podido detectar
basta la fecha, y, como ejemplo, baste recordar el yacimiento del Pla de Pego (Aparicio y
Climent, 1985), sito sobre una escasísima elevación, posiblemente antrópica junto al marjal
Pego-Oliva (Simón, 1987).
Los datos que, actualmente, se poseen sobre la ocupación del territorio (Simón, 1987;
Femenía, 1990; Bolufer, 1995), son variables, diversos y sobre todo irregulares, fruto de puntuales investigaciones y circunstancias ajenas a un conocimiento exhaustivo de la zona, de ahí
que el mapa de dispersión sea aproximativo y en ocasiones poco representativo de determinadas
zonas (Fig.l). Es necesario un estudio de los poblados desde la perspectiva de su extensión,
visualizadón entre ellos, análisis de las estructuras murar:ias emergentes, etc. Sin embargo, un
dato resalta de forma inmediata - además de la tendencia cultural del momento de situarse en
puntos elevados-: la distribución del poblamiento en función de la orografia marcada, en la
Marina Alta, por un corredor litoral paralelo a la costa de amplitud variable y características
diversas y unos valles transversales que une el jnterior del macizo de Alcoi con la costa, unidos
a su vez entre sí por pequeños pasos o valles.
Sin entrar aquí en un análisis geográfico exhaustivo, queremos hacer hincapié en algunos
datos geoarqueológicos que, en todo momento, creemos que deben de estar presentes para efectuar una interpretación lo más plausible posible. El llano litoral es el extremo meridional de la
vasta y extensa llanura valenciana, limitada por una orla montañosa y numerosas albuferas for-
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Fig. 1.- Yacimientos de
la Edad del Bronce e.n
la Marina Alta.
1 El Castell (Dálil).
2 ~lb (Pedregu.r).
3 Conh del Pitdt I'Águih
(Dé.ai.l).
4 Con Ampla (Deni.l).
S .Barra.ot de Hevn {Dáül)..
6 Caveh dd Mootgó (Xibia).
7 Con de la Solsida (Xibia)..
8 Con del -'loatgó (Xibia).
9 Con de la Rabosa (Xibia)..
JO Cons Slates (Xibia)
11 Samta Llúda (Xibi.l).
11 C:llal r rb111o (Xibia).
13 l'm~·a del C'mgle
(Ptdrtgaer).
J4 (OYII dd RarulmJ
(Pedrq¡uer)..
15 Tossal del Casttllu (Uibr.r).
16 fJs Poeu (Uiber).
17. Tossal del Moro (GataSeaip).
18 Con del Fanlauo
(Teubda).
19 \ 'essant Est del Castellar
(Te.Jlada).
lO Morm de la Gllrganta
(Te.~ lada).
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24 Coma dfl Fltre o del TiG
36 Llelll {Beo.is~).
37 Co,·a del Solil2ri (Btai»a).
38 El Cooou2ri (Beaissi-Calp).
39 La Peoya Roja (El \'ergu).
40 Ca'-a &Jumini ([1 Vuger).
41 El Pla (Pego).
4J CaneO d'OrbJ (Orba).
43 Rd ú la ~loru
d'Almáaia).
49 Cadinu dd Rti Moro H
46 Tossal de la Font de les
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15 CDn dt la :\liu (Xjbia).
26 Con Abrigo del Cap ~egre
(Xjbia).
27 Pem)-a del Gu:rugú (Xabla).
28 TllSSal d'Anlau (BemitatteU).
29 TllSSal de la Font Santa
(Trillada).
30 TllSSal Redó (Twlad.a).
31 Co,·a de les Rate:s (ft'ulada).
32 Co,·a de les Ct.ndm
(I'eulada).
(lknimeb).
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Cabm(PIIlUIIt).
47 T~KU.I dtls Anuh {Pa:rat~t).
48 Sem de Seg._.ria (II Rif11l
Belliquasi (Alctlah).
4S C~direta dd Reí .\loro
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33 Punta de .\loraíra (feulada).
J4 Tonal deb A\·eacs (Teulada}.
35 Tossal dt Cabrera (Bemiisa).
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21 All d.e la Capsades (Xibia).
22 To5:5alel (Xilbia).
23 Cap Prim (Xibb).
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50 Cocom (\'all d' Ebo).
SI La Foia En:m (\'all ~
GalliDera).
52 Castellet dt G1rga (\'aD dt
Lagnrt).
5J Toml de BlJJ(Castell de
CaruDs).
S4 Tossal de BiLla (Canell de
Casttlh).
55 Pt~~ya d' Espr.Ua (Castril de
o
Cutells}.
56 El Somo (Cantil de
Castells).
51 Peaya de Pert Maní
(Castell de Caudls).
58 SellJ IJ (Pedl'fgl!U).
59 Con Fosa (\'aD d'Ebo).
60 Bmi Sid (\·an d'EOO).
61 Pea~-a Fondi (\'all de
GllliDera).
62 Co\-a de I' Esbaru (\'all dt
GllliDera).
63 Tossal de b Roca { \ 'all
d'Alcaü).
6.t Pea~-al d' lfac (Calp).
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madas por el cierre de cordones dunares y como ejemplo de elJo tenemos el Pla de Pego. Este
pasillo, estrechado en la parte septentrional de la Marina Alta, finaliza en el Montgó, y deja atrás
un reducido espacio llano formado por la desembocadura del río Gorgos. Asimismo, se ve
ampLiado en ocasiones por la unión tangencial de los valles que ponen en contacto el interior
montañoso con el litoral y, a su vez, estos valles mayores se unen entre ellos con otros de menor
envergadura o a través de pasos montañosos. En la parte más occidental de la Marina Alta se concentran las tierras más elevadas con picos y serranías que separan las vertientes de aguas hacia
el litoral o hacia el valle del Serpis, con alturas que llegan a superar los 1000 metros a tan sólo
una treintena de kilómetros lineales de la línea de costa.
Es este paisaje - y los biotopos que en él se desarrollan- los que condicionarán el hábitat de
la Edad del Bronce. Los poblados se sitúan en cerros de mediana altura respecto del llano, en
salientes rocosos de vertientes serranas a media ladera y, más ocasionalmente, en picos o espolones que dominan importantes áreas de los valles. Sin embargo, será la proximidad y control de
las tierras llanas de cultivo la que marcara de forma prioritaria la organización espacial de los
poblados.
Este control de los recursos -prioritario con relación a otros parámetros sociopoUticosqueda evidenciado en el Montgó -macizo montañoso de inmejorable posición para efectuar una
observación del territorio circundante-, o Segaría, de idénticas características. Ambos se descartan como lugares para instalar asentamientos de una mínima envergadura y sólo se localizan en
ellos pequeñas cabañas relacionadas seguramente con actividades económicas estacionales o
temporales. Únicamente, la Cova del Montgó en la Edad del Bronce puede ser considerada como
un hábitat continuado en el macizo que le da nombre, y muy posiblemente lo sea por su relación
con la explotación ganadera de las laderas del macizo.
La distribución de los poblados de la Marina Alta intenta optimizar los pequeños valles y
tierras cultivables, como se puede apreciar en el plano de distribución (Fig. 1). Algunos de ellos
son de un tamaño ínfimo, tratándose en ocasiones de una o dos cabañas relacionadas con actividades estacionales vinculadas con los recursos específicos de la zona.
El tamaño de los poblados no supera casi nunca los 1000 o 1500 m1 , lo cual unido a su distribución en el territorio y a los materiales que de ellos conocemos parecen apuntar hacia una
escasa jerarquización y estructuración del espacio, tal y como aparece en áreas más meridionales, donde un poblado de gran tamaño se ve rodeado de otros menores (Hemández, 1997 a y b).
Parece más bien que se trata de pequeñas comunidades campesinas que debieron estar vinculadas por relaciones de parentesco.
Mientras el sistema económico y los recursos del medio circundante fueron suficientes para
mantener a la población existente, los conflictos entre ellas y las necesidades de aJjanzas como
medio de protección fueron escasos o muy poco significativos. Así la escasa relevancia de las
estructuras defensivas sería indicativa no sólo de los escasos peligros sino de la falta de la necesidad de efectuar obras colectivas de prestigio frente a grupos externos (Bernabeu, 1995). La
organización politicosocial viene marcada por los accidentes geográficos que en su disposición
mediante valles orientados de este a oeste, unen la zona montañosa interior con el llano litoral.
Las cuevas han dejado de ocuparse como lugares donde albergar a un amplio grupo huma-
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no. Su función durante el segundo milenio será como asentamiento temporal íntimamente relacionado con una explotación económica del entorno. Por un lado, puede tener un carácter ganadero, como en el caso de la Cova del Montgó en la que en el material ergológico adscribible a la
Edad del Bronce se constata la presencia de queseras o encellas (Fig. 3.2), y una ausencia numéricamente significativa, en relación con el resto de Jos poblados al aire libre, de dientes de hoz,
azuelas, hachas, molinos, manos de molino, morteros, etc. (Simón, 1987). Por otro, puede relacionarse con la explotación de productos marinos, por su proximidad con el litoral rocoso, como
los casos de Coves Santes, de la Mina, de les Rates y Cendres, a los cuales se le sumarían poblados como el Cap Negret. En todos ellos abundan los restos malacológicos localizados, no siendo posible por el momento evaluar la intensidad de esta actividad que, sin duda, no debió de ser
despreciable.
Sin embargo, las cuevas de la Marina Alta mantienen en el II milenio a. C. una clara función funeraria -podría ser pervivencia de periodos anteriores- si bien tanto el número de individuos inhumados, simple o muy reducido, como los ajuares y las formas de deposición se ajustan
a los parámetros que son propios de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu, 1992).
Este hecho no significa que no se implante la moda de enterramientos en fosas o cistas de
mampostería dentro de los poblados, o en grietas próximas, tal y como ocurre en el resto del País
Valenciano. Al igual que se constata en comarcas próximas -como l'Aicoia-Comtat y la Saforla característica funeraria de la Edad del Bronce en esta zona será la convivencia de diversidad
de lugares de inhumación, producto de la pervivencia de tradiciones profundamente arraigadas
desde el Neolítico, y la adopción de nuevas costumbres funerarias, fruto de los procesos de
estructuración social que de forma local se están produciendo (Martí y De Pedro, 1995), tal y
como hemos señalado con anterioridad.
El macizo del Montgó desarrollará un importante papel dentro de las sociedades delll milenio a. C., en esta actividad funeraria. Aunque en periodos anteriores albergó numerosos enterramientos en grietas y covachas, procedentes de las poblaciones sitas en los llanos circundantes,
en la Edad del Bronce esta función continúa (Jover y López, 1994) y hasta cierto punto se intensifica, todo ello dentro de la precariedad que da usar datos procedentes de las múltiples expoliaciones efectuadas en la zona. Los sucintos datos existentes apuntan hacia la realización de enterramientos individuales con ajuares del periodo aquí tratado en las cuevas del Pie de 1' Águila,
Ampla, Barranc d 'Heura, Coveta del Montgó, de la Solsida y muy posiblemente en la propia
Cova del Montgó, además de otras que esperemos estén intactas. Esta utilización del macizo del
Montgó pudo proporcionarle una fuerte carga simbólica a los grupos humanos instalados en sus
alrededores, quizás similar a la que en otras áreas peninsulares juegan algunas necrópolis, del
tipo tumular, fosa, o megalito, siendo un gran panteón funerario de carácter comarcal, con adscripciones familiares o ciánicas concretas en cada uno de los covacbos.
Finalmente, parece que algunas cuevas ocupadas en periodos anteriores cambiaron su uso
principal de hábitat hacia uno funerario, en ocasiones tras un largo abandono, sin que por lo tanto
podamos establecer una relación continuada entre los grupos existentes en su entorno, los cuales pudieron efectuar inhumaciones sin ser conscientes de su ocupación anterior, como parece
producirse en la Cova del Randero.
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Fig. 3.- Dominios territoriales en función de la estructuración geográfica d.e los yacimientos.
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J. L.
SIMÓN GARCiA Y
M .A.
ESQUEMBRE BEBIA
ID.2. ECONOMÍA Y EXPLOTACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
La falta de estudios faunísticos, botánicos o carpológicos nos lleva a planteamos el acercamiento a este elemento tan decisivo en las sociedades prehistóricas como una mera propuesta
deductiva de otros factores.
La base esencialmente cerealista de estos grupos, al igual que las de sus antepasados calcolíticos, debe ser, como en el resto de La Península Ibérica (Gil-Mascarell, 1992; Bemabeu, 1995),
el componente principal de la economía de estos poblados. Y ello pese a alejarse el lugar de hábitat, ahora en altura, de los campos de cultivo. Los asentamientos se distribuirán en las inmediaciones montañosas a los mismos. Sin embargo, deberemos tener presente la amplia variedad y
las peculiaridades de los nichos ecológicos (Badal y Roirón, 1995), a lo cual habrá que añadir eJ
componente marino, tanto como fuente de explotación de una serie de recursos, como el ser vía
de un posible comercio de media distancia, apoyado en una navegación de cabotaje.
En el entorno del Montgó, y desde una perspectiva arqueológica, nos encontramos con tres
claras zonas geográficas: el llano litoral, con su vertiente marítima y terrestre; los valles transversales, dispuestos perpendicularmente a la línea de costa y, finalmente, Ja parte más occidental de dichos valles donde se encuentran las tierras más altas y agrestes que limitan con los valles
interiores del macizo Alcoyano.
El llano litoral se inicia en su margen septentrional con los marjales de Pego y Oliva
(Fumanal, 1990; VVAA, 1991) tras los cuales continúan, en Vergel y Ondara, una serie de tierras bajas, pantanosas, separadas del mar por cordones litorales que, poco a poco, se fueron colmatando por los aportes de los glacis interiores. Los asentamientos documentados basta la fecha
se sitúan en la orla montafiosa que delimita dichas tierras, permitiéndoles aprovechar la riqueza
en recursos de este tipo de biotopos.
La explotación de este medio silvestre, sin ser decisivo, debió ser similar al que se constata
en otros poblados como el Cabezo Redondo (Ddesch y Boesneck, 1969), la llleta dels Banyets
(Pascual Benito, 1994) o Muntaoya Assolada (Martí, 1983), por lo que su evaluación debería ser
objeto prioritario de futuros estudios.
Una segunda zona la encontramos en el valle que forma el río Gorgos, el cual finalizaba en
un marjal que ocupaba casi la totalidad de la Babia de Jábega, lo que hoy son la Playa del Arenal
y el Portet. Los poblados, en cerros de escasa altitud, como Santa Llúcia, Alt de les Capsades,
Tossalet, Sella o ya más en el interior como Els Poets y Tossal del Castellar (Fig. 1), explotarían cerealísticamente las inmejorables terrazas fluviales, a las que, quizás, se les unirfan las posibilidades hortícolas de los márgenes inmediatos del río y las posibilidades cinegéticas y recolectivas del marjal y la desembocadura del rfo.
Las prácticas de algunas de estas actividades quedan reflejadas en la cultura material de
algunos poblados, sobre todo en los numerosos dientes de hoz, las hachas y azuelas de piedra y
los molinos. Evidentemente, y tal y como ocurre en otros poblados de L Edad del Bronce, las
a
economías de estos poblados se verian complementadas con actividades ganaderas y sus productos secundarios, posiblemente desarrollados desde los mismos poblados o desde lugares temporales más próximos a las zonas de pasto, al tiempo que alejadas de las zonas de cultivo.
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Finalmente, la zona más meridional está ocupada por pequeñas, pero numerosas, sierras,
cerros y zonas elevadas separadas entre sí por angostos valles formados por la erosión. Esto ha
dejado un paisaje de laderas y terrazas de escasa extensión y fuerte pendiente que sirvió a los
habitantes de la Edad del Bronce para desarrollar cultivos cerealistas con rendimientos proporcionales a las zonas cultivadas y a la tecnología empleada. En esta situación se encuentran yacimientos como los Tossales de Amau, de la Font Santa, Redó, de Cabrera, deis Avenes, Lleus y
Cocentarí, cuyos recursos en otros campos son similares y en ocasiones mayores, aunque en una
posición más desfavorable para el desarrollo de la agricultura respecto de los situados en el valle
del Gorgos.
El peso de los recursos marinos está por determinar a causa de la ausencia de estudios comparativos de otras áreas y la falta de análisis detallados de la zona. Lo cierto es que se constatan
asentamientos tanto en cerros próximos al mar, como en las cuevas de los acantilados que, indudablemente, debieron servir de L
ugar, fijo o temporal, para exploraciones de los recursos de las
bahías y acantilados. Por su tamaño podríamos deducir su importancia en la economía de los
poblados circundantes, si bien la cada vez más frecuente localización de concheros nos lleva a
esperar estudios específicos.
Poblados junto al mar son los de Penya Gurugú, Punta de Moraira y Cap Prim, y cuevas
posiblemente relacionadas con actividades marinas son la Cova de la Mina, del Cap Negre,
Cendres y Rates. La mayoría de los yacimientos de la comarca usan los recursos marinos como
fuentes alimenticias y para la realización de adornos, en el radio próximo de explotación. En la
cultura material, destaca la presencia de una pieza lítica del Cap Prim que podría ser una pesa de
red, al igual que un fragmento de azuela de Santa Llúcia, o una pieza cerámica del Pla de Pego
(Simón, 1987) que se puede paraleliz.ar con otras del mismo yacimiento (Aparicio y Climent,
1985).
En el campo de las actividades artesanales, contamos con pocos datos, aunque las prospecciones han mostrado una industria lítica y ósea similar a la de otras áreas del País Valenciano, o
una actividad textil que permite suponer Ja utilización de los recursos secundarios de la ganadería, como se manifiesta con la presencia de pesas de telar de tipología variada. Asimismo, el
mundo de los adornos - especialmente el que hace uso de los recursos naturales como son L
as
conchas marinas- , no hace sino continuar una larga tradición con implantación en la zona desde
varios milenios de anterioridad.
La metalurgia está inmersa en la dinámica general del País Valenciano y se caracteriza por
la continuación de ciertos aspectos de momentos anteriores y por la incorporación de la zona a
las modas e influencias que proceden de áreas más meridionales. Como casi en el resto del País
Valenciano, se carece de afloramientos de cualquier tipo de metal que permitan una industria a
partir de tareas extractivas, y, por lo tanto, en cierto modo, se está a expensas de la obtención de
recursos en las redes de comercio. Este hecho implicará, por un lado, que la producción estará
en función de los medios obtenidos, ya sea mineral reducido o chatarra. Por otro, significa que
los cambios tipológicos y las cargas simbólicas de los objetos elaborados serán prontamente asumidas en la zona por Jos contactos que se mantienen por la primera circunstancia, lo cual ya se
vio para los objetos metálicos de momentos campaniformes.
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Las aleaciones, técnicas, tipos y usos se situarán dentro de los parámetros generales de la
Península Ibérica, sin ser la zona un lugar de innovación en cualquiera de Los aspectos señalados, pero no estando nunca al margen de las citadas dinámicas (Simón, 1995). Los objetos inventariados, tanto los obtenidos en las redes de intercambio como los fabricados en la zona, responden a las necesidades del momento, habiéndose constatado útiles -hachas, punzones, cinceles y sierras- , armas - puñales de remaches y puntas de flecha- y adornos personales - aretes y
brazaletes.
Las actividades de transformación metalúrgica sólo se han constatado en el Cap Prim, donde
apareció un molde de arenisca para la realización de varios cinceles con señales de uso, posibles
nódulos de cobre, fragmentos de objetos de metal para reutilizar y un fragmento de galena. Los
datos parecen apuntar hacia una producción modesta con carácter local y destinado esencialmente a cubrir las pequeñas necesidades comarcales.
El panorama que parece dibujarse es el de pequeñas comunidades humanas que intentan
explotar los ecosistemas de su entorno desarrollando una actividad eminentemente agrícola, muy
posiblemente ceramista, complementada por la ganadería, la recolección de productos vegetales
y marinos y una actividad cinegética con un peso que hoy está por determinar (Gil-Mascarell,
1992).
Los intercambios comerciales continúan durante la Edad del Bronce siendo muy evidentes,
al igual que en los periodos anteriores, y creemos que las vías terrestres y sobre todo las marítimas desempeñan un papel muy importante, aunque, como en otras áreas, caso de la Illeta deis
Banyets de El CampeUo en l'Aiacantí (Simón, 1986), se producirán fases de mayor o menor relación.
ID.J. PERIODIZACIÓN Y EVOLUCIÓN CULTURAL
El principal problema que nos encontramos a la hora de efectuar una aproximación de la
Edad del Bronce en la Marina Alta, y más concretamente en el entorno del Montgó, sigue siendo el desconocimiento de la dinámica cultural de este periodo y su relación cronológica. U na de
las primeras cuestiones es saber cuándo y de qué forma se fueron implantando los modos de vida
y la cultura que hoy consideramos como propias de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu,
1992). Cabe suponer que el proceso debió de ser gradual, tal y como se constata en otras áreas,
pero aquí debieron de desempeñar un papel importante las tradiciones culturales existentes, con
profundas raíces desde el Neolítico, en aspectos como los tipos de hábitat, explotación económica y del medio circundante y la ocupación del territorio. Un segundo factor sería el modo en
el cual se debieron de implantar los elementos campaniformes, ya que de ello y de las peculiaridades de dicha adopción el resultado será diferente y, por lo tanto, más o menos permeable a los
posteriores cambios socioculturales.
El espacio temporal necesario para llevar a cabo este proceso será fundamental para poder
entender la Edad del Bronce en la Marina Alta. Si el proceso de asimilación de elementos campaniformes fue conjunto o paralelo a la llegada de otros elementos culturales, como los proce-
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dentes del círculo de Los Millares (Hemández, 1985), los grupos humanos existentes estarían en
disposición de adoptar las características culturales de la Edad del Bronce en un momento muy
temprano del 11 milenio a. C., más aún cuando los contactos con las áreas más meridionales parecen ser fluidos, pues aprovechan las rutas terrestes y marítimas.
Sin embargo, un factor que no podemos precisar por el momento es durante cuánto tiempo
estuvieron en vigencia los modelos y aspectos campaniformes, puesto que una prolongación de
los mismos en el tiempo - bien por un conservadurismo o estabilización de Jas sociedades agrícolas o por la falta de impulsos internos o externos por su situación geografia- , podría llevar a
una prolongación de una fase "campaniforme" mas aUá de los parámetros cronológicos generales. De este modo, tendríamos una fase de transición amplia en el tiempo que tendría su reflejo
en la cultura material, pues careceríamos de un Bronce Antiguo, entendido éste tal como lo concebimos para el SE y las comarcas meridionales del País Valenciano.
En esta dinámica, constatada en otras áreas como el Vinalopó y l'Alcoia-Comtat, nos podríamos encontrar que la incorporación plena de los grupos humanos de la Marina Alta a la Edad
del Bronce -entendida ésta como la ubicación de los asentamientos en altura; realización de ciertos elementos con apariencias "defensivas"; enterramientos en los poblados y cuevas, próximas
o alejadas, con uno o unos pocos individuos y con ajuares propios del momento, e incorporando
el conjunto ergológico de la Edad del Bronce, sin perjuicio de la pervivencia de elementos y técnicas tradicionales, aunque desaparecen objetos con valores simbólicos propios de momentos
anteriores: ídolos, tipos cerámicos y decoraciones, tipos y técnicas líticas y metálicas, etc.- sería
entre el segundo cuarto y la mitad del II milenio a. C., lo cual supone una fase de transición o
pervivencia de los modos calcolíticos o campaniformes mayor del que hasta la fecha se ha
supuesto.
Los materiales recogidos en los poblados no sefl.alan la existencia, por el momento, de elementos que en otras áreas se bao situado en el Bronce Antiguo, y no queremos buscar en estas
tierras conjuntos ni elementos argáricos antiguos - los cuales podrían haber llegado, al igual que
otras piezas, adscritas al mundo de Los Millares- sino objetos o conjuntos culturales que apunten hacia estos momentos.
Dichos materiales muestran que el conjunto ceramológico es propio de la Edad del Bronce,
con formas sencillas y carenadas, o específicas, como las queseras, sin decoraciones propias del
Calcolítico o el Campaniforme, con elementos de prensión propios del momento, al igual que los
tratamientos de las superficies y las cocciones. En el utillaje lítico se implanta el diente de hoz,
las azuelas, las hachas, el molino barquiforme y los morteros y van en descenso, no desapareciendo totalmente, el empleo de pequeños cuchillos o puntas de flecha de sílex y los brazaletes
de arquero. En hueso y marfil se generalizan los punzones, se mantienen los botones de perforación en V y desaparecen los ídolos.
Las pesas están presentes en varías formas y tipos, efectuándose tanto en barro como en piedra, pudiendo estar relacionadas con actividades textiles o la pesca, ya sea en río, albuferas, marjales o en mar abierto. El utillaje metálico no parece estar muy presente en estos momentos, ya
que el inventariado hasta la fecha se relaciona con conjuntos fechables por paralelos en momentos posteriores.
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La presencia de un vaso geminado, de factura muy local, en el Cocentarí, apunta hacia una
de Las formas que más han llamado la atención y que se presenta en cronologías que abarcan
desde el Bronce Medio al Bronce Tardío, con una relación que apunta hacia influencias o contactos con pueblos Mediterráneos.
La falta de un mayor numero de datos impide, por el momento, efectuar mayores precisiones de estos primeros asentamiento de la Edad del Bronce, si bien su pequeño tamaño, la elección de cerros de no muy elevada altura y la falta de defensas artificiales de envergadura, parecen apuntar hacia una adopción de estos parámetros más por una dinámica cultural de carácter
general que por unas necesidades estratégicas.
IV. EL BRONCE TARDÍO Y FINAL
Por la defmición que se ha realizado en otras áreas de las últimas fases de La Edad del Bronce
(Molina, 1978; Gil-Mascarell, 1981; Hernández, 1985; Marti y De Pedro, 1997) y que, por el
momento, se vienen denominando como Bronce Tardío, y los múltiples estudios específicos
efectuados, se pueden adscribir algunos de los conjuntos ergólogicos estudiados a esta fase cronocultural.
La presencia de cerámicas con decoraciones -con un origen, tanto temática como técnicamente, en el Horizonte cultural de Cogotas I-, la existencia de vasos con carenas altas, bases planas o anulares, superficies alisadas o bruñidas y pequeñas asas verticales, parecen ser las características más comunes en el País Valenciano (Gil-Mascarell, 1981), al igual que en el SE
(Molioa, 1978), para definir este momento.
A ello se le ha sumado, últimamente, la generalización de la aleación de estaño-cobre
(Montero, 1994 ; Femández-Miranda et a/ii, 1995; Simón, 1995 y 1998) y una concreta tipología en las pesas de telar (López Mira, 1992). Si se le añaden, además, características de otros
tipos de elementos, parecen formar un conjunto érgologico propio y diferenciado de los momentos anteriores de los cuales perviven en todos los campos una serie de elementos, quizás por su
funcionalidad o tipología.
Su llegada, como en épocas anteriores, parece proceder del SE (Hemández Pérez, 1986), ya
sea directa o indirectamente, por vía terrestre o marítima, viéndose ahora esta última reforzada
por la situación en el territorio de varios de los yacimientos en donde se encuentran los conjuntos ergológicos con las características anteriormente citadas.
Los encontramos en el Cap Prim, Santa Llúcia y el Tossal d'Arnau. El primero en un cabo
saliente y los otros dos en unas posiciones algo más alejadas de la línea marina pero con fáciles
accesos a ella. En el caso de Lleus, la presencia de cerámicas con cordones decorados, especialmente un cordón impreso con círculos, llevan a la autora de su estudio a situarlo entre el Bronce
Medio y Tardío (Ronda, 1990).
El Cap Prim destaca tanto por su ubicación, como por las características del asentamiento,
su relación con el mar y la totalidad de su conjunto ergológico. En este último aspecto, destaca,
en primer lugar, la presencia de cerámicas que, por su tipología y decoraciones, se sitúan entre
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el Bronce Tardío y el Bronce Final (Hemández y López Mira, 1992; Simón, 1987).
Relacionadas con el Bronce Tardío se encontrarían una botella con decoración impresa de
triángulos rellenos de puntos, alcanzando éstos últimos al asa, mientras que el borde y de forma
transversal al mismo presenta una decoración de impresiones lineales. La forma, a modo de bote-lla, no posee antecedentes en las tipologías locales, sino en áreas meridionales (Mederos, 1983)
y en momentos finales del 11 milenio a. C. (Molina, 1978). La decoración, en cuanto al motivo
básico de triángulos rellenos de puntos, posee sus paralelos más próximos en la llleta deis
Banyets de El Campello (Simón, 1988), si bien la composición de triángulos dispuestos en bandas alternantes es exclusiva de esta pieza en el País Valenciano.
Entre el Bronce Tardío y el Bronce Final se situaría el vaso de carena alta y asa vertical, el
cual posee paralelos entre otros en la llleta deis Banyets (Simón, 1988), fechados en un Bronce
Tardío y en El Tabayá (Hernández y López Mira, 1992), fechados por Jos autores en el Bronce
Final.
Por último, se inventarían dos piezas (Simón, 1987) que, por las formas del vaso, en concreto del cuello y el borde, y por las decoraciones y motivos, incisiones desarrollando Líneas
paralelas y triángulos incisos, poseen unos paralelos en los conjuntos 1 y 2 de El Tabayá de Aspe
(Hemández y López Mira, 1992), ambos fechados por los autores en el Bronce Final l.
En el resto del conjunto cerámologico sin decoración, las piezas se agrupan en aquellas que
poseen una tipología local y propia de un Bronce Medio, con vasos esféricos y suavemente carenados, y las que poseen formas propias del Bronce Tardío y del Bronce Final inicial.
La existencia de una actividad metalúrgica local se constata en la existencia de un molde de
arenisca para efectuar tres cinceles o barras, posibles nódulos de cobre, fragmentos de piezas en
desuso y un fragmento de galena argentifera. Como pieza elaborada, destaca un fragmento de
sierra, la cual es por el momento la más septentrional de este tipo en el País Valenciano y con
paralelos en la de Mas de Menente (Pericot y Ponsell, 1929), San Antón y las Laderas del
Castillo de Callosa de Segura (Furgús, 1937; Simón, 1987, 1998).
En lítico destaca un brazalete de arquero usado como colgante, varios dientes de hoz y una
pieza tubular de piedra perforada que podría servir de pesa, bien de red o telar, o como tobera en
el campo de la metalurgia (Simón, 1987). Finalmente, son numerosas las conchas de variada
tipología preparadas como elementos de adorno.
El yacimiento, por su situación, está clarísimamente orientado hacia el mar, ya sea para
explorar sus recursos o para desempeñar un papel determinante en el ámbito de un comercio de
navegación de cabotaje que una las islas del Mediterráneo Occidental y el litoral catalán y valenciano con las costas alicantinas, murcianas y almerienses (Chapman, 1991 ). Su ubicación -dominio de la Bahía de Jávea y su imposible establecimiento en los cabos de la Nao y San Antonio
por la altura de sus acantilados- sería necesaria dentro del marco de una red de establecimientos
costeros que permitirían el cabotaje, las reparaciones, el avituallamiento, el intercambio y el control de la ruta. Así, el Cap Prim podría ser un eslabón más de esta cadena que tiene en Oropesa
la Vella y en La Illeta dels Banyets otros representantes.
Quizás, este hecho explique la actividad metalúrgica del poblado, gracias a una fácil vía de
abastecimiento de mineral o cbatarra, sin descartar su papel como difusor, hacia el interior, de
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modas, técnicas y objetos que, de otro modo, no encuentran una fácil explicación, como la composición estannífera de los adornos de Beni Sid en la Vall d'Ebo (Simón, 1998). El poblado tendría su propia economía local, pues cultivaría las laderas próximas como lo muestran los dientes de hoz, presentes pero no muy abundantes.
En Santa Llúcia encontramos, nuevamente, cerámicas lisas y decoradas que se sitúan, tipológicamente, en momentos del Bronce Tardio o el Bronce Final: en la primera fase por sus formas, y en la segunda, por los temas decorativos, cuyos paralelos encontrarnos en El Tabayá
(Hemández y López Mira, 1992). Como objetos metálicos aparece un pequeño puñal de remaches y un fragmento de hacha, lo cual muestra, junto con los datos anteriormente expuestos, que
la metalurgia alcanza en esta fase su pleno desarrollo y difusión entre los grupos humanos de la
zona.
En el Tossal d'Arnau la pieza más significativa de este momento es una pesa de telar de
forma cilíndrica, con perforación central, que López Mira ha situado tipológicamente en el
Bronce Tardío (López Mira, e.p.), teniendo en el Cabezo Redondo de Villena sus paralelos más
claros (Soler, 1987), fechados en los últimos siglos del U milenio a. C.
Finalmente, en Lleus, se catalogaron, por un lado, cerámicas con formas y tipología de tradición local y fechadas en el Bronce Medio, sobre todo vasos esféricos, semiesféricos y carenados, con una gran profusión de asas de tipo lengüeta. Por otro, se encuentran vasos de formas
simples pero decorados mediante el uso de pequeños mamelones, situados tanto en el borde, en
el cuello, como en el cuerpo, cuyos paralelos encontramos tanto en el País Valenciano -en concreto en yacimientos como La Roma (Hem ández, 1994) o la Illeta deis Banyets (Simón, 1988)-,
como en otros más meridionales -caso de El Picacho (Hémaodez y Dug, 1977)- con fecha, en
todos los lugares, en el Bronce Tardío. Un fragmento con círculos impresos es temáticamente y
técnicamente relacionable con el Horizonte de Cogotas l.
Se ha constatado un elevado conjunto de vasos con cordones decorados que presentan paralelos en los yacimientos septentrionales del Júcar. También, un fragmento con dos cordones
superpuestos y decorados mediante prismas sucesivos posee un paralelo en la llleta deis Banyets
(Simón, 1988), en un contexto del Bronce Tardío. Al igual que en el resto de los yacimientos, el
metal, en este caso un hacha, aparece con mayor profusión en estos momentos que en los anteriores.
Respecto a los datos que se poseen sobre el Bronce Final, además de los ya señalados en el
Cap Prim y Santa Llúcia, queremos volver a llamar la atención sobre una serie de cerámicas y,
en concreto, La de un vaso procedente de la Cueva del Montgó que ya, en su día, apuntamos su
vinculación tipológica con los Campos de Urnas (Fig. 3.1) (Simón, 1987). Esto se ha visto reforzado últimamente por la localización en la Calle Santa Marta n° 1 de Jávea de una serie de fondos de cabaña con materiales cerámicos que lleva al director de los trabajos de urgencia a situarlos provisionalmente en estos momentos ( 1), hecho que, por otra parte, no resulta sorprendente
dentro de la dinámica ocupacional de otras áreas próximas.
(1) Queremos agradecer a D. Albcno González Alonso, director de los trabajos de campo y a D. Josep Casabó i Bemad, la
información verbal sobre los resultados de la excavación de urgencia llevados a cabo en el solar sito en el n• 1 de la calle Santa
Marta, en pleno Casco Histórico de Jávea.
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V. CONSIDERACIONES FINALES
Con las limitaciones que por el momento se tienen del conocimiento de los yacimientos de
la Edad del Bronce en la Marina Alta, en donde hasta la fecha no ha sido excavado ni un solo
poblado de forma sistemática, tan sólo podemos efectuar una propuesta que con el desarrollo de
la investigación muy posiblemente se verá substancialmente modificada.
Parece claro que el Montgó como macizo desempeiia durante la Edad del Bronce un papel
secundario dentro de la ocupación, explotación y dinámica evolutiva de los grupos humanos que
ocupan la zona. En él tan sólo parecen desarrollarse actividades secundarias desde el punto de
vista económico, con hábitats temporales o de escasa relevancia, como en el caso de la Cueva
del Montgó, posiblemente utilizada como lugar desde donde efectuar una explotación ganadera
del macizo. En el resto del mismo, se utilizarán, al igual que en épocas anteriores, sus múltiples
grietas, covachas y simas para efectuar enterramientos simples o de escasos individuos con ajuares propios de la Edad del Bronce, y aunarán antiguas tradiciones con ritos y ajuares propios del
momento.
En su entorno se despliegan toda una serie de asentamientos que tienen por denominador
común una ubicación en cerros de escasa altura, situados en los márgenes de las áreas susceptibles de ser explotadas agricolamente, con escasos o nulos elementos defensivos y con unos tamaños que no superan los 1000 m2• Su distribución en el espacio parece estar relacionada con varios
factores, geográficos, económicos, culturales y sociales. EL marco geográfico determina el espacio. Así, los macizos montaiiosos forman valles perpendiculares a la costa, la cual los une
mediante un llano litoral muy cambiante por las dinámicas erosivas terrestres y marítimas. Se
configura, de este modo, una línea de la costa inundable pero con amplios espacios cultivables.
Los objetivos de explotación agropecuaria del territorio conllevan una distribución del
poblamiento orientada hacia un aprovechamiento integral de todas sus posibilidades, teniendo
como objetivo secundario el control visual de los pasos de comunicación o una ocupación del
mismo desde una perspectiva sociopolítica. El modelo se complementa con una serie de peque.ños poblados -ocupaciones temporales de cuevas, y estructuras anexas a hábitat de mayor envergadura- que debemos relacionar con la citada explotación intensiva de las posibilidades y peculiaridades de los nichos ecológicos existentes, donde la recolección, la caza y la explotación de
productos secundarios -<:aza, pesca, marisqueo, ganadería, etc.- , complementarán La producción
básica de carácter cerealista.
Los datos y elementos que pennitan una periodización o una propuesta de dinámica cultural son casi inexistentes. El material recogido del mundo calcolitico y campaniforme muestra,
por un Lado, los intensos contactos que mantiene la zona con otras zonas peninsulares, a través
de las cuales llegan objetos de alto valor simbólico y social, predominando los elementos del
mundo de Los Millares, como los ídolos oculados, cerámicas pintadas, adornos de hueso y cáscara de avestruz y varios tipos de objetos metálicos, entre otros. A ellos se sumarán, por otro
lado, de forma paralela, o inmediatamente a continuación, los elementos del mundo campaniforme, con cerámicas decoradas, brazaletes de arquero, botones de perforación en V y algunos
tipos metálicos. En ambos casos, se produce la simbiosis de lo local con lo foráneo, que no sólo
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se limita a la adquisición o imitación de las formas, sino que alcanza en parte a su carga y valor
simbólico. Este hecho parece apuntar hacia sociedades con procesos de estructuración interna
cada vez más complejos.
Los márgenes cronológicos en los cuales se desarrolla este proceso son por el momento
imposibles de determinar, más aún cuando no poseemos datos que señalen elementos de la
forma, el modo y el momento en que se implantan los modos de vida de la Edad del Bronce.
Entre este momento, quizás en los primeros siglos del n milenio a. C., y la aparición de elementos propios del Bronce Tardío, se enmarcan la mayoría de los yacimientos aquí citados.
En un momento, que, grosso modo, situaríamos en la mitad del 11 milenio a. C., se comienzan a documentar cerámicas que, por sus características tipológicas y decorativas, se incluirían
en lo que, por el momento, denominamos para áreas más meridionales como Bronce Tardío, y
que, en un futuro, puede tratarse de los momentos iniciales de un Bronce Final. Por el momento desconocemos sus características locales, pero empiezan a vislumbrarse en las últimas actuaciones arqueológicas efectuadas.
Lo esencial, a nuestro juicio, de esta última fase del II milenio a. C. es la posible relación
existente entre la ubicación de los yacimientos, las rutas de navegación, los objetos y mercancías
de intercambio y los bagajes culturales que transitan por ellas. Esto puede llegar a explicar los
conjuntos ergológicos existentes en estos yacimientos y en otros más interiores, y quizás la dinámica cultural que con posterioridad llega a desarrollarse en esta comarca.
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CO SIDERACIO ES E TORNO AL POBLAMIE TO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARI A ALTA
Lám. 1.- Vista genera l del poblado de la Edad del Bronce del Penyal d' lfac (Calpe/Calp).
Lá m. 2.- Vista general del Cap Prim (J ávea/Xabia).
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J.L.
SIMÓN G ARC'iA y
M .A.
ESQl.f\111RI BllliA
Lám. 3.- ista general de la Cova del Montgó (J ávea/Xabia).
Lám. 4.- Vista General de ella (Pcdrcgucr).
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ARCIIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
J.L.
SIMÓN ÜARCÍA* y
M.A. ESQUEMBRE BEBrA**
CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LA MARINA ALTA
l. INTRODUCCIÓN
Cuando en 1986 efectuamos la primera aproximación a la Edad del Bronce en el término
municipal de Jávea (Simón, 1987), lo hicimos tomando como base los materiales existentes en
el Museo Municipal cuya procedencia tenían como origen prospecciones más o menos sistemáticas, colecciones particulares y donaciones de haUazgos casuales. Aquel breve estudio tan sólo
pretendía establecer una base para posteriores investigaciones que tendr ían como objetivo conocer, con mayor exactitud, las características de las sociedades que habitaron el extremo oriental
de la Marina Alta durante la Edad del Bronce.
Casi una década después, las investigaciones sobre dichas sociedades se tienen que seguir
desarrollando sobre los datos procedentes de prospecciones y materiales de superficie. Estos bao
aportado escasos datos culturales y cronológicos, pues, hasta la fecha, no se ha efectuado ningima excavación sistemática que halla proporcionado un bagaje lo suficientemente amplio para
poder efectuar las primeras matizaciones sobre este periodo y los grupos humanos que en la zona
se desarrollaron. La única novedad basta el momento la ha proporcionado, por un lado, una excavación en área urbana desarrollada por el Museo Soler Blasco de Jávea, en el casco antiguo en
cuyo lugar se han detectados fondos de cabaña fechables en las últimas centurias de la Edad del
Bronce, en un Bronce Final que está por detallar; por otro, tenemos los datos recopilados por el
citado museo de algunas de las actividades clandestinas desarrolladas en la comarca. La revisión
de algunos materiales ya publicados es la única opción que sigue siendo posible (DeHbes, 1997).
• Universidad de Alicante.
Arqucogcstión C.B.
u
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200
J.L. S IMÓN ÜARCIA y M.A. EsQUEMBRE BEBIA
El análisis del territorio y la profundización en el estudio de la evolución de una actividad
como la metalurgia -tan enormemente valorada por la comunidad cientifica a la hora de poder
observar cambios significativos en las sociedades de este período-, nos ha llevado a plantear una
serie de líneas de investigación e hipótesis que, por el momento, permitan, en la medida de lo
posible, acercarnos a algunos de los aspectos culturales que se desarrollaron en esta comarca.
Ll. EL TRÁNSITO CAMPANIFORME: HACIA UNOS NUEVOS MODELOS SOCIALES
La presencia de determinados elementos en el conjunto ergológico de un yacimiento han
servido para intuir o atribuir en Jas sociedades que los poseían unos determinados niveles tecnológicos, unos modelos sociales y consecuentemente unos cambios culturales, que en ocasiones
pueden tener un origen en su propia evolución interna o en los contactos directos o indirectos
con otros grupos humanos.
El tránsito de las sociedades calcollticas hacia los modos de vida de la Edad del Bronce habitualmente se ha situado, para casi la totalidad del País Valenciano, entre el lll y U milenio a. C.,
en términos de cronología relativa. Este hecho se constata con la aparición de muchos elementos de la cultura material, relacionados con el mundo campaniforme que, además de su presencia material, también nos aporta su carga cultural, simbólica y social, en respuesta, quizás, a una
demanda surgida por los cambios que se están produciendo internamente en los grupos locales.
Sin embargo, está aún por resolver si la llegada de estos elementos es independiente de las relaciones que se mantienen desde finales del IV milenio a. C., de forma directa o indirecta, con el
SE, o poseen, en cambio, un origen multidireccional procedente de varias zonas y por lo tanto
con diversas características.
Independientemente de ello, lo cierto es que estas relaciones con el SE están perfectamente
constatadas en el registro material, no sólo por la tipología de los objetos, sino también por las
materias primas con las que están elaborados. Destacan los bienes efectuados con materias primas suntuarias o un alto valor simbólico, como algunos fragmentos de cerámicas pintadas
(Martín y Camalich, 1982); los ídolos aculados (Soler, 1990) -cada día se tienen mayores noticias sobre su presencia en múltiples cuevas- y, finalmente, los tipos metálicos (Simón, 1998),
que se incorporan a los ajuares funerarios en un proceso, aún por determinar, de asimilación de
rituales (Soler, 1985 y 1990), etc.
Estas influencias meridionales se encuentran tanto en yacimientos de la Marina Alta, como
en otros próximos de la Safor, la Ribera, la Montaña Alicantina o la Marina Baixa. También las
podemos encontrar, esencialmente, en la Cova del Montgó, donde se constata la presencia de
cerámicas con decoraciones campaniformes, adornos de hueso, esencialmente botones de perforación en V, algún brazalete de arquero y elementos metálicos propios de este momento.
En relación con los objetos metálicos que se conservan en el Museo Provincial de Alicante
-seguramente provenientes de las actuaciones que el Padre Belda efectuó en La cueva (1942 y
1953}-, se constata la presencia de una gran lámina foliácea de metal y un puñal de base cuadrangular sin perforación ni remaches (Fig. 2.1-2) y en la Colección Museográfíca de Gata de
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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Gorgos se inventaría un punzón biapuntado de sección cuadrangular en el centro y circular en
los extremos.
De las tres piezas, la primera, se situaría cronológicamente, con toda seguridad, en estos
momentos, con paralelos en algunos puñales del SE, dentro del campo cultural de Los Millares
(Arribas, 1975). Además, presenta una gran similitud con los grandes puñales de silex que, por
estos momentos, se encuentran en yacimientos próximos - Barranc de l' lnfem, Ereta del
Pedregal, Covacha de la Ladera del Castillo, Les Moreres, Cova Santa de Vallada- y que Juan
Cabanilles ( 1990) sitúa en el tránsito del
al ll rojlenio a. C. Éstos poseen un importante papel
social dado su carácter votivo, emblemático o de prestigio, funciones que pueden verse apoyadas en su escasa funcionalidad, tal y corno lo muestra la extrema delgadez de la lámina metálica con la que se efectuó tanto la pieza de la Cova del Montgó corno las del resto de las inventariadas en el País Valenciano - Ereta del Pedregal, Cova de la Barsella- , todas en ambientes campaniformes (Simón, 1995). El punzón, por su longitud (Fig. 2.3), se aleja de los típicos punzones calcolíticos, más largos y con una sección cuadrangular a lo largo de toda la pieza, y se aproxima a otros campaniformes, como el de El. Promontori de Elche (Ramós, 1982). El puñal de
base cuadrangular, aún sin remaches ni perforaciones para los mismos, parece que se debe de
adscribir a momentos más tardíos, si bien el enmangue por pinzarniento del mango sobre la hoja
es propio de los puñales campaniformes.
En el caso de la Cova del Pouet o del Tío Cruañes (Simón, 1987) nos encontramos ante una
cueva de enterramiento que fue destruida a principios de siglo y de la cual tan sólo se conservan
dos piezas metálicas en una colección particular, que, seguramente, estarían acompañadas de
otras realizadas en cerámica, lítico, hueso. Son tipológicamente ajenas y extrañas al mundo calcolítico y campaniforme de la zona, al igual que del resto del País Valenciano, tanto individualmente como en conjunto, pero con paralelos dentro del mundo metálico del SE a finales del m
milenio a.C., en el ámbito cultural de Los Millares (Arribas, 1976). Su aparición dentro del ajuar
funerario se engloba dentro de la utilización de objetos con una fuerte carga simbólica en ámbitos meridionales, sin que podamos precisar por el momento el valor que tuvieron en las sociedades calcolfticas y campaniformes de la Marina Alta. Su llegada hasta esta zona muestra, al
igual que los ídolos oculados o las cerámicas pintadas, Jos estrechos contactos, ya sea por vía
terrestre o marítima, directa o indirectamente, de los grupos humanos del entorno del Montgó
con el SE, lo cual los sitúa en la dinámica general de finales del Hl milenio a. C. de la Península
Ibérica. Quizás esta relación sea la vía por la que lleguen al mismo tiempo o con una escasa diferencia cronológica los elementos culturales e ideológicos del campaniforme (Hemández, 1985).
Muchas otras cuevas han aportado materiales encuadrables en el Campaniforme. Se constata la presencia de cerámicas, adornos de hueso o metal -caso de la grieta de la Penya de les
Arboncs de Parcent- con cerámicas con decoración campanifonne, botones de perforación en V
y un punzón biapuntado, claro ejemplo de ajuar de uno o dos individuos, como corresponde a la
concepción funeraria del momento. Algo sjrojlar debió ocurrir en el caso de los pufiales de lengüeta del Rafol d ' Almúnia del cual tan sólo nos ha llegado la parte metálica del ajuar y que debió
de estar acompañado de otros bienes ergológicos, como cerámicas, adornos y armas.
Los datos que se poseen de éstas y otras cuevas de la zona, apuntan hacia una fuerte implan-
m
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J.L. SIMÓN ÜARC fA Y
M.A. ESQUEMBRE B EBIA
tación en la zona de conjuntos o elementos campaniformes, bien de forma independiente o a través de los caminos ya abiertos con anterioridad y por los cuales Uegan las influencias de los grumilenio a. C. Podemos suponer que los procesos de
pos culturales más meridionales del
estructuración social, tanto a nivel grupal como intergrupal, siguen la dinámica general que se da
en la provincia de Alicante y que se aprecia en otras áreas como el Vinalopó y 1'Aicoia-Comtat
(Bernabeu eL a/ii, 1994 y Bernabeu, 1995). Estos procesos, a una cierta distancia, siguen los
modelos del SE, quedando principalmente constatada esta circunstancia en los ajuares funerarios, pues, por el momento, nó tenemos elementos que nos permitan valorar la entidad de un
posible hábitat en la Cova del Montgó y de los poblados de llanura o ladera que sin lugar a dudas
debieron existir.
m
Ill. LA EDAD DEL BRONCE
ll.l. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO
Sobre este sustrato, cambiante, y sobre todo diverso, según cada zona, se implantarán los
modos de vida, la economía y el bagaje cultural de la Edad del Bronce, siendo el cambio de lugar
de hábitat una de las características más señaladas por su diferencia con las fases anteriores. En
este instante se eligen pequeños cerros frente al hábitat en Uanura o ladera de los momentos anteriores, y, si bien, el asentamiento en altura será el predominante, no habrá que descartar la posibilidad de la existencia de pequeños hábitats en el llano. Estos últimos, por las intensas remodelaciones agrícolas efectuadas y los aportes de los glacis circundantes, no se han podido detectar
basta la fecha, y, como ejemplo, baste recordar el yacimiento del Pla de Pego (Aparicio y
Climent, 1985), sito sobre una escasísima elevación, posiblemente antrópica junto al marjal
Pego-Oliva (Simón, 1987).
Los datos que, actualmente, se poseen sobre la ocupación del territorio (Simón, 1987;
Femenía, 1990; Bolufer, 1995), son variables, diversos y sobre todo irregulares, fruto de puntuales investigaciones y circunstancias ajenas a un conocimiento exhaustivo de la zona, de ahí
que el mapa de dispersión sea aproximativo y en ocasiones poco representativo de determinadas
zonas (Fig.l). Es necesario un estudio de los poblados desde la perspectiva de su extensión,
visualizadón entre ellos, análisis de las estructuras murar:ias emergentes, etc. Sin embargo, un
dato resalta de forma inmediata - además de la tendencia cultural del momento de situarse en
puntos elevados-: la distribución del poblamiento en función de la orografia marcada, en la
Marina Alta, por un corredor litoral paralelo a la costa de amplitud variable y características
diversas y unos valles transversales que une el jnterior del macizo de Alcoi con la costa, unidos
a su vez entre sí por pequeños pasos o valles.
Sin entrar aquí en un análisis geográfico exhaustivo, queremos hacer hincapié en algunos
datos geoarqueológicos que, en todo momento, creemos que deben de estar presentes para efectuar una interpretación lo más plausible posible. El llano litoral es el extremo meridional de la
vasta y extensa llanura valenciana, limitada por una orla montañosa y numerosas albuferas for-
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Fig. 1.- Yacimientos de
la Edad del Bronce e.n
la Marina Alta.
1 El Castell (Dálil).
2 ~lb (Pedregu.r).
3 Conh del Pitdt I'Águih
(Dé.ai.l).
4 Con Ampla (Deni.l).
S .Barra.ot de Hevn {Dáül)..
6 Caveh dd Mootgó (Xibia).
7 Con de la Solsida (Xibia)..
8 Con del -'loatgó (Xibia).
9 Con de la Rabosa (Xibia)..
JO Cons Slates (Xibia)
11 Samta Llúda (Xibi.l).
11 C:llal r rb111o (Xibia).
13 l'm~·a del C'mgle
(Ptdrtgaer).
J4 (OYII dd RarulmJ
(Pedrq¡uer)..
15 Tossal del Casttllu (Uibr.r).
16 fJs Poeu (Uiber).
17. Tossal del Moro (GataSeaip).
18 Con del Fanlauo
(Teubda).
19 \ 'essant Est del Castellar
(Te.Jlada).
lO Morm de la Gllrganta
(Te.~ lada).
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24 Coma dfl Fltre o del TiG
36 Llelll {Beo.is~).
37 Co,·a del Solil2ri (Btai»a).
38 El Cooou2ri (Beaissi-Calp).
39 La Peoya Roja (El \'ergu).
40 Ca'-a &Jumini ([1 Vuger).
41 El Pla (Pego).
4J CaneO d'OrbJ (Orba).
43 Rd ú la ~loru
d'Almáaia).
49 Cadinu dd Rti Moro H
46 Tossal de la Font de les
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Crude:s (Xibi.l).
15 CDn dt la :\liu (Xjbia).
26 Con Abrigo del Cap ~egre
(Xjbia).
27 Pem)-a del Gu:rugú (Xabla).
28 TllSSal d'Anlau (BemitatteU).
29 TllSSal de la Font Santa
(Trillada).
30 TllSSal Redó (Twlad.a).
31 Co,·a de les Rate:s (ft'ulada).
32 Co,·a de les Ct.ndm
(I'eulada).
(lknimeb).
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Cabm(PIIlUIIt).
47 T~KU.I dtls Anuh {Pa:rat~t).
48 Sem de Seg._.ria (II Rif11l
Belliquasi (Alctlah).
4S C~direta dd Reí .\loro
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33 Punta de .\loraíra (feulada).
J4 Tonal deb A\·eacs (Teulada}.
35 Tossal dt Cabrera (Bemiisa).
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21 All d.e la Capsades (Xibia).
22 To5:5alel (Xilbia).
23 Cap Prim (Xibb).
(Benidoleig}..
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(Siatt i ~egrals).
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SI La Foia En:m (\'all ~
GalliDera).
52 Castellet dt G1rga (\'aD dt
Lagnrt).
5J Toml de BlJJ(Castell de
CaruDs).
S4 Tossal de BiLla (Canell de
Casttlh).
55 Pt~~ya d' Espr.Ua (Castril de
o
Cutells}.
56 El Somo (Cantil de
Castells).
51 Peaya de Pert Maní
(Castell de Caudls).
58 SellJ IJ (Pedl'fgl!U).
59 Con Fosa (\'aD d'Ebo).
60 Bmi Sid (\·an d'EOO).
61 Pea~-a Fondi (\'all de
GllliDera).
62 Co\-a de I' Esbaru (\'all dt
GllliDera).
63 Tossal de b Roca { \ 'all
d'Alcaü).
6.t Pea~-al d' lfac (Calp).
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SIMÓN GARCIA Y
M.A. EsQUEMBRE B EBIA
madas por el cierre de cordones dunares y como ejemplo de elJo tenemos el Pla de Pego. Este
pasillo, estrechado en la parte septentrional de la Marina Alta, finaliza en el Montgó, y deja atrás
un reducido espacio llano formado por la desembocadura del río Gorgos. Asimismo, se ve
ampLiado en ocasiones por la unión tangencial de los valles que ponen en contacto el interior
montañoso con el litoral y, a su vez, estos valles mayores se unen entre ellos con otros de menor
envergadura o a través de pasos montañosos. En la parte más occidental de la Marina Alta se concentran las tierras más elevadas con picos y serranías que separan las vertientes de aguas hacia
el litoral o hacia el valle del Serpis, con alturas que llegan a superar los 1000 metros a tan sólo
una treintena de kilómetros lineales de la línea de costa.
Es este paisaje - y los biotopos que en él se desarrollan- los que condicionarán el hábitat de
la Edad del Bronce. Los poblados se sitúan en cerros de mediana altura respecto del llano, en
salientes rocosos de vertientes serranas a media ladera y, más ocasionalmente, en picos o espolones que dominan importantes áreas de los valles. Sin embargo, será la proximidad y control de
las tierras llanas de cultivo la que marcara de forma prioritaria la organización espacial de los
poblados.
Este control de los recursos -prioritario con relación a otros parámetros sociopoUticosqueda evidenciado en el Montgó -macizo montañoso de inmejorable posición para efectuar una
observación del territorio circundante-, o Segaría, de idénticas características. Ambos se descartan como lugares para instalar asentamientos de una mínima envergadura y sólo se localizan en
ellos pequeñas cabañas relacionadas seguramente con actividades económicas estacionales o
temporales. Únicamente, la Cova del Montgó en la Edad del Bronce puede ser considerada como
un hábitat continuado en el macizo que le da nombre, y muy posiblemente lo sea por su relación
con la explotación ganadera de las laderas del macizo.
La distribución de los poblados de la Marina Alta intenta optimizar los pequeños valles y
tierras cultivables, como se puede apreciar en el plano de distribución (Fig. 1). Algunos de ellos
son de un tamaño ínfimo, tratándose en ocasiones de una o dos cabañas relacionadas con actividades estacionales vinculadas con los recursos específicos de la zona.
El tamaño de los poblados no supera casi nunca los 1000 o 1500 m1 , lo cual unido a su distribución en el territorio y a los materiales que de ellos conocemos parecen apuntar hacia una
escasa jerarquización y estructuración del espacio, tal y como aparece en áreas más meridionales, donde un poblado de gran tamaño se ve rodeado de otros menores (Hemández, 1997 a y b).
Parece más bien que se trata de pequeñas comunidades campesinas que debieron estar vinculadas por relaciones de parentesco.
Mientras el sistema económico y los recursos del medio circundante fueron suficientes para
mantener a la población existente, los conflictos entre ellas y las necesidades de aJjanzas como
medio de protección fueron escasos o muy poco significativos. Así la escasa relevancia de las
estructuras defensivas sería indicativa no sólo de los escasos peligros sino de la falta de la necesidad de efectuar obras colectivas de prestigio frente a grupos externos (Bernabeu, 1995). La
organización politicosocial viene marcada por los accidentes geográficos que en su disposición
mediante valles orientados de este a oeste, unen la zona montañosa interior con el llano litoral.
Las cuevas han dejado de ocuparse como lugares donde albergar a un amplio grupo huma-
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no. Su función durante el segundo milenio será como asentamiento temporal íntimamente relacionado con una explotación económica del entorno. Por un lado, puede tener un carácter ganadero, como en el caso de la Cova del Montgó en la que en el material ergológico adscribible a la
Edad del Bronce se constata la presencia de queseras o encellas (Fig. 3.2), y una ausencia numéricamente significativa, en relación con el resto de Jos poblados al aire libre, de dientes de hoz,
azuelas, hachas, molinos, manos de molino, morteros, etc. (Simón, 1987). Por otro, puede relacionarse con la explotación de productos marinos, por su proximidad con el litoral rocoso, como
los casos de Coves Santes, de la Mina, de les Rates y Cendres, a los cuales se le sumarían poblados como el Cap Negret. En todos ellos abundan los restos malacológicos localizados, no siendo posible por el momento evaluar la intensidad de esta actividad que, sin duda, no debió de ser
despreciable.
Sin embargo, las cuevas de la Marina Alta mantienen en el II milenio a. C. una clara función funeraria -podría ser pervivencia de periodos anteriores- si bien tanto el número de individuos inhumados, simple o muy reducido, como los ajuares y las formas de deposición se ajustan
a los parámetros que son propios de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu, 1992).
Este hecho no significa que no se implante la moda de enterramientos en fosas o cistas de
mampostería dentro de los poblados, o en grietas próximas, tal y como ocurre en el resto del País
Valenciano. Al igual que se constata en comarcas próximas -como l'Aicoia-Comtat y la Saforla característica funeraria de la Edad del Bronce en esta zona será la convivencia de diversidad
de lugares de inhumación, producto de la pervivencia de tradiciones profundamente arraigadas
desde el Neolítico, y la adopción de nuevas costumbres funerarias, fruto de los procesos de
estructuración social que de forma local se están produciendo (Martí y De Pedro, 1995), tal y
como hemos señalado con anterioridad.
El macizo del Montgó desarrollará un importante papel dentro de las sociedades delll milenio a. C., en esta actividad funeraria. Aunque en periodos anteriores albergó numerosos enterramientos en grietas y covachas, procedentes de las poblaciones sitas en los llanos circundantes,
en la Edad del Bronce esta función continúa (Jover y López, 1994) y hasta cierto punto se intensifica, todo ello dentro de la precariedad que da usar datos procedentes de las múltiples expoliaciones efectuadas en la zona. Los sucintos datos existentes apuntan hacia la realización de enterramientos individuales con ajuares del periodo aquí tratado en las cuevas del Pie de 1' Águila,
Ampla, Barranc d 'Heura, Coveta del Montgó, de la Solsida y muy posiblemente en la propia
Cova del Montgó, además de otras que esperemos estén intactas. Esta utilización del macizo del
Montgó pudo proporcionarle una fuerte carga simbólica a los grupos humanos instalados en sus
alrededores, quizás similar a la que en otras áreas peninsulares juegan algunas necrópolis, del
tipo tumular, fosa, o megalito, siendo un gran panteón funerario de carácter comarcal, con adscripciones familiares o ciánicas concretas en cada uno de los covacbos.
Finalmente, parece que algunas cuevas ocupadas en periodos anteriores cambiaron su uso
principal de hábitat hacia uno funerario, en ocasiones tras un largo abandono, sin que por lo tanto
podamos establecer una relación continuada entre los grupos existentes en su entorno, los cuales pudieron efectuar inhumaciones sin ser conscientes de su ocupación anterior, como parece
producirse en la Cova del Randero.
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Fig. 3.- Dominios territoriales en función de la estructuración geográfica d.e los yacimientos.
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ESQUEMBRE BEBIA
ID.2. ECONOMÍA Y EXPLOTACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
La falta de estudios faunísticos, botánicos o carpológicos nos lleva a planteamos el acercamiento a este elemento tan decisivo en las sociedades prehistóricas como una mera propuesta
deductiva de otros factores.
La base esencialmente cerealista de estos grupos, al igual que las de sus antepasados calcolíticos, debe ser, como en el resto de La Península Ibérica (Gil-Mascarell, 1992; Bemabeu, 1995),
el componente principal de la economía de estos poblados. Y ello pese a alejarse el lugar de hábitat, ahora en altura, de los campos de cultivo. Los asentamientos se distribuirán en las inmediaciones montañosas a los mismos. Sin embargo, deberemos tener presente la amplia variedad y
las peculiaridades de los nichos ecológicos (Badal y Roirón, 1995), a lo cual habrá que añadir eJ
componente marino, tanto como fuente de explotación de una serie de recursos, como el ser vía
de un posible comercio de media distancia, apoyado en una navegación de cabotaje.
En el entorno del Montgó, y desde una perspectiva arqueológica, nos encontramos con tres
claras zonas geográficas: el llano litoral, con su vertiente marítima y terrestre; los valles transversales, dispuestos perpendicularmente a la línea de costa y, finalmente, Ja parte más occidental de dichos valles donde se encuentran las tierras más altas y agrestes que limitan con los valles
interiores del macizo Alcoyano.
El llano litoral se inicia en su margen septentrional con los marjales de Pego y Oliva
(Fumanal, 1990; VVAA, 1991) tras los cuales continúan, en Vergel y Ondara, una serie de tierras bajas, pantanosas, separadas del mar por cordones litorales que, poco a poco, se fueron colmatando por los aportes de los glacis interiores. Los asentamientos documentados basta la fecha
se sitúan en la orla montafiosa que delimita dichas tierras, permitiéndoles aprovechar la riqueza
en recursos de este tipo de biotopos.
La explotación de este medio silvestre, sin ser decisivo, debió ser similar al que se constata
en otros poblados como el Cabezo Redondo (Ddesch y Boesneck, 1969), la llleta dels Banyets
(Pascual Benito, 1994) o Muntaoya Assolada (Martí, 1983), por lo que su evaluación debería ser
objeto prioritario de futuros estudios.
Una segunda zona la encontramos en el valle que forma el río Gorgos, el cual finalizaba en
un marjal que ocupaba casi la totalidad de la Babia de Jábega, lo que hoy son la Playa del Arenal
y el Portet. Los poblados, en cerros de escasa altitud, como Santa Llúcia, Alt de les Capsades,
Tossalet, Sella o ya más en el interior como Els Poets y Tossal del Castellar (Fig. 1), explotarían cerealísticamente las inmejorables terrazas fluviales, a las que, quizás, se les unirfan las posibilidades hortícolas de los márgenes inmediatos del río y las posibilidades cinegéticas y recolectivas del marjal y la desembocadura del rfo.
Las prácticas de algunas de estas actividades quedan reflejadas en la cultura material de
algunos poblados, sobre todo en los numerosos dientes de hoz, las hachas y azuelas de piedra y
los molinos. Evidentemente, y tal y como ocurre en otros poblados de L Edad del Bronce, las
a
economías de estos poblados se verian complementadas con actividades ganaderas y sus productos secundarios, posiblemente desarrollados desde los mismos poblados o desde lugares temporales más próximos a las zonas de pasto, al tiempo que alejadas de las zonas de cultivo.
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CONSIDERACIONF.S EN TORNO AL POBLAMIENTO OE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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Finalmente, la zona más meridional está ocupada por pequeñas, pero numerosas, sierras,
cerros y zonas elevadas separadas entre sí por angostos valles formados por la erosión. Esto ha
dejado un paisaje de laderas y terrazas de escasa extensión y fuerte pendiente que sirvió a los
habitantes de la Edad del Bronce para desarrollar cultivos cerealistas con rendimientos proporcionales a las zonas cultivadas y a la tecnología empleada. En esta situación se encuentran yacimientos como los Tossales de Amau, de la Font Santa, Redó, de Cabrera, deis Avenes, Lleus y
Cocentarí, cuyos recursos en otros campos son similares y en ocasiones mayores, aunque en una
posición más desfavorable para el desarrollo de la agricultura respecto de los situados en el valle
del Gorgos.
El peso de los recursos marinos está por determinar a causa de la ausencia de estudios comparativos de otras áreas y la falta de análisis detallados de la zona. Lo cierto es que se constatan
asentamientos tanto en cerros próximos al mar, como en las cuevas de los acantilados que, indudablemente, debieron servir de L
ugar, fijo o temporal, para exploraciones de los recursos de las
bahías y acantilados. Por su tamaño podríamos deducir su importancia en la economía de los
poblados circundantes, si bien la cada vez más frecuente localización de concheros nos lleva a
esperar estudios específicos.
Poblados junto al mar son los de Penya Gurugú, Punta de Moraira y Cap Prim, y cuevas
posiblemente relacionadas con actividades marinas son la Cova de la Mina, del Cap Negre,
Cendres y Rates. La mayoría de los yacimientos de la comarca usan los recursos marinos como
fuentes alimenticias y para la realización de adornos, en el radio próximo de explotación. En la
cultura material, destaca la presencia de una pieza lítica del Cap Prim que podría ser una pesa de
red, al igual que un fragmento de azuela de Santa Llúcia, o una pieza cerámica del Pla de Pego
(Simón, 1987) que se puede paraleliz.ar con otras del mismo yacimiento (Aparicio y Climent,
1985).
En el campo de las actividades artesanales, contamos con pocos datos, aunque las prospecciones han mostrado una industria lítica y ósea similar a la de otras áreas del País Valenciano, o
una actividad textil que permite suponer Ja utilización de los recursos secundarios de la ganadería, como se manifiesta con la presencia de pesas de telar de tipología variada. Asimismo, el
mundo de los adornos - especialmente el que hace uso de los recursos naturales como son L
as
conchas marinas- , no hace sino continuar una larga tradición con implantación en la zona desde
varios milenios de anterioridad.
La metalurgia está inmersa en la dinámica general del País Valenciano y se caracteriza por
la continuación de ciertos aspectos de momentos anteriores y por la incorporación de la zona a
las modas e influencias que proceden de áreas más meridionales. Como casi en el resto del País
Valenciano, se carece de afloramientos de cualquier tipo de metal que permitan una industria a
partir de tareas extractivas, y, por lo tanto, en cierto modo, se está a expensas de la obtención de
recursos en las redes de comercio. Este hecho implicará, por un lado, que la producción estará
en función de los medios obtenidos, ya sea mineral reducido o chatarra. Por otro, significa que
los cambios tipológicos y las cargas simbólicas de los objetos elaborados serán prontamente asumidas en la zona por Jos contactos que se mantienen por la primera circunstancia, lo cual ya se
vio para los objetos metálicos de momentos campaniformes.
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J.L. SIMÓN GARCÍA Y M.A. ESQUEMBRE B EBIA
Las aleaciones, técnicas, tipos y usos se situarán dentro de los parámetros generales de la
Península Ibérica, sin ser la zona un lugar de innovación en cualquiera de Los aspectos señalados, pero no estando nunca al margen de las citadas dinámicas (Simón, 1995). Los objetos inventariados, tanto los obtenidos en las redes de intercambio como los fabricados en la zona, responden a las necesidades del momento, habiéndose constatado útiles -hachas, punzones, cinceles y sierras- , armas - puñales de remaches y puntas de flecha- y adornos personales - aretes y
brazaletes.
Las actividades de transformación metalúrgica sólo se han constatado en el Cap Prim, donde
apareció un molde de arenisca para la realización de varios cinceles con señales de uso, posibles
nódulos de cobre, fragmentos de objetos de metal para reutilizar y un fragmento de galena. Los
datos parecen apuntar hacia una producción modesta con carácter local y destinado esencialmente a cubrir las pequeñas necesidades comarcales.
El panorama que parece dibujarse es el de pequeñas comunidades humanas que intentan
explotar los ecosistemas de su entorno desarrollando una actividad eminentemente agrícola, muy
posiblemente ceramista, complementada por la ganadería, la recolección de productos vegetales
y marinos y una actividad cinegética con un peso que hoy está por determinar (Gil-Mascarell,
1992).
Los intercambios comerciales continúan durante la Edad del Bronce siendo muy evidentes,
al igual que en los periodos anteriores, y creemos que las vías terrestres y sobre todo las marítimas desempeñan un papel muy importante, aunque, como en otras áreas, caso de la Illeta deis
Banyets de El CampeUo en l'Aiacantí (Simón, 1986), se producirán fases de mayor o menor relación.
ID.J. PERIODIZACIÓN Y EVOLUCIÓN CULTURAL
El principal problema que nos encontramos a la hora de efectuar una aproximación de la
Edad del Bronce en la Marina Alta, y más concretamente en el entorno del Montgó, sigue siendo el desconocimiento de la dinámica cultural de este periodo y su relación cronológica. U na de
las primeras cuestiones es saber cuándo y de qué forma se fueron implantando los modos de vida
y la cultura que hoy consideramos como propias de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu,
1992). Cabe suponer que el proceso debió de ser gradual, tal y como se constata en otras áreas,
pero aquí debieron de desempeñar un papel importante las tradiciones culturales existentes, con
profundas raíces desde el Neolítico, en aspectos como los tipos de hábitat, explotación económica y del medio circundante y la ocupación del territorio. Un segundo factor sería el modo en
el cual se debieron de implantar los elementos campaniformes, ya que de ello y de las peculiaridades de dicha adopción el resultado será diferente y, por lo tanto, más o menos permeable a los
posteriores cambios socioculturales.
El espacio temporal necesario para llevar a cabo este proceso será fundamental para poder
entender la Edad del Bronce en la Marina Alta. Si el proceso de asimilación de elementos campaniformes fue conjunto o paralelo a la llegada de otros elementos culturales, como los proce-
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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dentes del círculo de Los Millares (Hemández, 1985), los grupos humanos existentes estarían en
disposición de adoptar las características culturales de la Edad del Bronce en un momento muy
temprano del 11 milenio a. C., más aún cuando los contactos con las áreas más meridionales parecen ser fluidos, pues aprovechan las rutas terrestes y marítimas.
Sin embargo, un factor que no podemos precisar por el momento es durante cuánto tiempo
estuvieron en vigencia los modelos y aspectos campaniformes, puesto que una prolongación de
los mismos en el tiempo - bien por un conservadurismo o estabilización de Jas sociedades agrícolas o por la falta de impulsos internos o externos por su situación geografia- , podría llevar a
una prolongación de una fase "campaniforme" mas aUá de los parámetros cronológicos generales. De este modo, tendríamos una fase de transición amplia en el tiempo que tendría su reflejo
en la cultura material, pues careceríamos de un Bronce Antiguo, entendido éste tal como lo concebimos para el SE y las comarcas meridionales del País Valenciano.
En esta dinámica, constatada en otras áreas como el Vinalopó y l'Alcoia-Comtat, nos podríamos encontrar que la incorporación plena de los grupos humanos de la Marina Alta a la Edad
del Bronce -entendida ésta como la ubicación de los asentamientos en altura; realización de ciertos elementos con apariencias "defensivas"; enterramientos en los poblados y cuevas, próximas
o alejadas, con uno o unos pocos individuos y con ajuares propios del momento, e incorporando
el conjunto ergológico de la Edad del Bronce, sin perjuicio de la pervivencia de elementos y técnicas tradicionales, aunque desaparecen objetos con valores simbólicos propios de momentos
anteriores: ídolos, tipos cerámicos y decoraciones, tipos y técnicas líticas y metálicas, etc.- sería
entre el segundo cuarto y la mitad del II milenio a. C., lo cual supone una fase de transición o
pervivencia de los modos calcolíticos o campaniformes mayor del que hasta la fecha se ha
supuesto.
Los materiales recogidos en los poblados no sefl.alan la existencia, por el momento, de elementos que en otras áreas se bao situado en el Bronce Antiguo, y no queremos buscar en estas
tierras conjuntos ni elementos argáricos antiguos - los cuales podrían haber llegado, al igual que
otras piezas, adscritas al mundo de Los Millares- sino objetos o conjuntos culturales que apunten hacia estos momentos.
Dichos materiales muestran que el conjunto ceramológico es propio de la Edad del Bronce,
con formas sencillas y carenadas, o específicas, como las queseras, sin decoraciones propias del
Calcolítico o el Campaniforme, con elementos de prensión propios del momento, al igual que los
tratamientos de las superficies y las cocciones. En el utillaje lítico se implanta el diente de hoz,
las azuelas, las hachas, el molino barquiforme y los morteros y van en descenso, no desapareciendo totalmente, el empleo de pequeños cuchillos o puntas de flecha de sílex y los brazaletes
de arquero. En hueso y marfil se generalizan los punzones, se mantienen los botones de perforación en V y desaparecen los ídolos.
Las pesas están presentes en varías formas y tipos, efectuándose tanto en barro como en piedra, pudiendo estar relacionadas con actividades textiles o la pesca, ya sea en río, albuferas, marjales o en mar abierto. El utillaje metálico no parece estar muy presente en estos momentos, ya
que el inventariado hasta la fecha se relaciona con conjuntos fechables por paralelos en momentos posteriores.
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J.L. SJMÓN ÜARciA y M.A.
EsQUEMBRE BEBJA
La presencia de un vaso geminado, de factura muy local, en el Cocentarí, apunta hacia una
de Las formas que más han llamado la atención y que se presenta en cronologías que abarcan
desde el Bronce Medio al Bronce Tardío, con una relación que apunta hacia influencias o contactos con pueblos Mediterráneos.
La falta de un mayor numero de datos impide, por el momento, efectuar mayores precisiones de estos primeros asentamiento de la Edad del Bronce, si bien su pequeño tamaño, la elección de cerros de no muy elevada altura y la falta de defensas artificiales de envergadura, parecen apuntar hacia una adopción de estos parámetros más por una dinámica cultural de carácter
general que por unas necesidades estratégicas.
IV. EL BRONCE TARDÍO Y FINAL
Por la defmición que se ha realizado en otras áreas de las últimas fases de La Edad del Bronce
(Molina, 1978; Gil-Mascarell, 1981; Hernández, 1985; Marti y De Pedro, 1997) y que, por el
momento, se vienen denominando como Bronce Tardío, y los múltiples estudios específicos
efectuados, se pueden adscribir algunos de los conjuntos ergólogicos estudiados a esta fase cronocultural.
La presencia de cerámicas con decoraciones -con un origen, tanto temática como técnicamente, en el Horizonte cultural de Cogotas I-, la existencia de vasos con carenas altas, bases planas o anulares, superficies alisadas o bruñidas y pequeñas asas verticales, parecen ser las características más comunes en el País Valenciano (Gil-Mascarell, 1981), al igual que en el SE
(Molioa, 1978), para definir este momento.
A ello se le ha sumado, últimamente, la generalización de la aleación de estaño-cobre
(Montero, 1994 ; Femández-Miranda et a/ii, 1995; Simón, 1995 y 1998) y una concreta tipología en las pesas de telar (López Mira, 1992). Si se le añaden, además, características de otros
tipos de elementos, parecen formar un conjunto érgologico propio y diferenciado de los momentos anteriores de los cuales perviven en todos los campos una serie de elementos, quizás por su
funcionalidad o tipología.
Su llegada, como en épocas anteriores, parece proceder del SE (Hemández Pérez, 1986), ya
sea directa o indirectamente, por vía terrestre o marítima, viéndose ahora esta última reforzada
por la situación en el territorio de varios de los yacimientos en donde se encuentran los conjuntos ergológicos con las características anteriormente citadas.
Los encontramos en el Cap Prim, Santa Llúcia y el Tossal d'Arnau. El primero en un cabo
saliente y los otros dos en unas posiciones algo más alejadas de la línea marina pero con fáciles
accesos a ella. En el caso de Lleus, la presencia de cerámicas con cordones decorados, especialmente un cordón impreso con círculos, llevan a la autora de su estudio a situarlo entre el Bronce
Medio y Tardío (Ronda, 1990).
El Cap Prim destaca tanto por su ubicación, como por las características del asentamiento,
su relación con el mar y la totalidad de su conjunto ergológico. En este último aspecto, destaca,
en primer lugar, la presencia de cerámicas que, por su tipología y decoraciones, se sitúan entre
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CONSLDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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el Bronce Tardío y el Bronce Final (Hemández y López Mira, 1992; Simón, 1987).
Relacionadas con el Bronce Tardío se encontrarían una botella con decoración impresa de
triángulos rellenos de puntos, alcanzando éstos últimos al asa, mientras que el borde y de forma
transversal al mismo presenta una decoración de impresiones lineales. La forma, a modo de bote-lla, no posee antecedentes en las tipologías locales, sino en áreas meridionales (Mederos, 1983)
y en momentos finales del 11 milenio a. C. (Molina, 1978). La decoración, en cuanto al motivo
básico de triángulos rellenos de puntos, posee sus paralelos más próximos en la llleta deis
Banyets de El Campello (Simón, 1988), si bien la composición de triángulos dispuestos en bandas alternantes es exclusiva de esta pieza en el País Valenciano.
Entre el Bronce Tardío y el Bronce Final se situaría el vaso de carena alta y asa vertical, el
cual posee paralelos entre otros en la llleta deis Banyets (Simón, 1988), fechados en un Bronce
Tardío y en El Tabayá (Hernández y López Mira, 1992), fechados por Jos autores en el Bronce
Final.
Por último, se inventarían dos piezas (Simón, 1987) que, por las formas del vaso, en concreto del cuello y el borde, y por las decoraciones y motivos, incisiones desarrollando Líneas
paralelas y triángulos incisos, poseen unos paralelos en los conjuntos 1 y 2 de El Tabayá de Aspe
(Hemández y López Mira, 1992), ambos fechados por los autores en el Bronce Final l.
En el resto del conjunto cerámologico sin decoración, las piezas se agrupan en aquellas que
poseen una tipología local y propia de un Bronce Medio, con vasos esféricos y suavemente carenados, y las que poseen formas propias del Bronce Tardío y del Bronce Final inicial.
La existencia de una actividad metalúrgica local se constata en la existencia de un molde de
arenisca para efectuar tres cinceles o barras, posibles nódulos de cobre, fragmentos de piezas en
desuso y un fragmento de galena argentifera. Como pieza elaborada, destaca un fragmento de
sierra, la cual es por el momento la más septentrional de este tipo en el País Valenciano y con
paralelos en la de Mas de Menente (Pericot y Ponsell, 1929), San Antón y las Laderas del
Castillo de Callosa de Segura (Furgús, 1937; Simón, 1987, 1998).
En lítico destaca un brazalete de arquero usado como colgante, varios dientes de hoz y una
pieza tubular de piedra perforada que podría servir de pesa, bien de red o telar, o como tobera en
el campo de la metalurgia (Simón, 1987). Finalmente, son numerosas las conchas de variada
tipología preparadas como elementos de adorno.
El yacimiento, por su situación, está clarísimamente orientado hacia el mar, ya sea para
explorar sus recursos o para desempeñar un papel determinante en el ámbito de un comercio de
navegación de cabotaje que una las islas del Mediterráneo Occidental y el litoral catalán y valenciano con las costas alicantinas, murcianas y almerienses (Chapman, 1991 ). Su ubicación -dominio de la Bahía de Jávea y su imposible establecimiento en los cabos de la Nao y San Antonio
por la altura de sus acantilados- sería necesaria dentro del marco de una red de establecimientos
costeros que permitirían el cabotaje, las reparaciones, el avituallamiento, el intercambio y el control de la ruta. Así, el Cap Prim podría ser un eslabón más de esta cadena que tiene en Oropesa
la Vella y en La Illeta dels Banyets otros representantes.
Quizás, este hecho explique la actividad metalúrgica del poblado, gracias a una fácil vía de
abastecimiento de mineral o cbatarra, sin descartar su papel como difusor, hacia el interior, de
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J.L. SIMÓ~ GARCIA y
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modas, técnicas y objetos que, de otro modo, no encuentran una fácil explicación, como la composición estannífera de los adornos de Beni Sid en la Vall d'Ebo (Simón, 1998). El poblado tendría su propia economía local, pues cultivaría las laderas próximas como lo muestran los dientes de hoz, presentes pero no muy abundantes.
En Santa Llúcia encontramos, nuevamente, cerámicas lisas y decoradas que se sitúan, tipológicamente, en momentos del Bronce Tardio o el Bronce Final: en la primera fase por sus formas, y en la segunda, por los temas decorativos, cuyos paralelos encontrarnos en El Tabayá
(Hemández y López Mira, 1992). Como objetos metálicos aparece un pequeño puñal de remaches y un fragmento de hacha, lo cual muestra, junto con los datos anteriormente expuestos, que
la metalurgia alcanza en esta fase su pleno desarrollo y difusión entre los grupos humanos de la
zona.
En el Tossal d'Arnau la pieza más significativa de este momento es una pesa de telar de
forma cilíndrica, con perforación central, que López Mira ha situado tipológicamente en el
Bronce Tardío (López Mira, e.p.), teniendo en el Cabezo Redondo de Villena sus paralelos más
claros (Soler, 1987), fechados en los últimos siglos del U milenio a. C.
Finalmente, en Lleus, se catalogaron, por un lado, cerámicas con formas y tipología de tradición local y fechadas en el Bronce Medio, sobre todo vasos esféricos, semiesféricos y carenados, con una gran profusión de asas de tipo lengüeta. Por otro, se encuentran vasos de formas
simples pero decorados mediante el uso de pequeños mamelones, situados tanto en el borde, en
el cuello, como en el cuerpo, cuyos paralelos encontramos tanto en el País Valenciano -en concreto en yacimientos como La Roma (Hem ández, 1994) o la Illeta deis Banyets (Simón, 1988)-,
como en otros más meridionales -caso de El Picacho (Hémaodez y Dug, 1977)- con fecha, en
todos los lugares, en el Bronce Tardío. Un fragmento con círculos impresos es temáticamente y
técnicamente relacionable con el Horizonte de Cogotas l.
Se ha constatado un elevado conjunto de vasos con cordones decorados que presentan paralelos en los yacimientos septentrionales del Júcar. También, un fragmento con dos cordones
superpuestos y decorados mediante prismas sucesivos posee un paralelo en la llleta deis Banyets
(Simón, 1988), en un contexto del Bronce Tardío. Al igual que en el resto de los yacimientos, el
metal, en este caso un hacha, aparece con mayor profusión en estos momentos que en los anteriores.
Respecto a los datos que se poseen sobre el Bronce Final, además de los ya señalados en el
Cap Prim y Santa Llúcia, queremos volver a llamar la atención sobre una serie de cerámicas y,
en concreto, La de un vaso procedente de la Cueva del Montgó que ya, en su día, apuntamos su
vinculación tipológica con los Campos de Urnas (Fig. 3.1) (Simón, 1987). Esto se ha visto reforzado últimamente por la localización en la Calle Santa Marta n° 1 de Jávea de una serie de fondos de cabaña con materiales cerámicos que lleva al director de los trabajos de urgencia a situarlos provisionalmente en estos momentos ( 1), hecho que, por otra parte, no resulta sorprendente
dentro de la dinámica ocupacional de otras áreas próximas.
(1) Queremos agradecer a D. Albcno González Alonso, director de los trabajos de campo y a D. Josep Casabó i Bemad, la
información verbal sobre los resultados de la excavación de urgencia llevados a cabo en el solar sito en el n• 1 de la calle Santa
Marta, en pleno Casco Histórico de Jávea.
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V. CONSIDERACIONES FINALES
Con las limitaciones que por el momento se tienen del conocimiento de los yacimientos de
la Edad del Bronce en la Marina Alta, en donde hasta la fecha no ha sido excavado ni un solo
poblado de forma sistemática, tan sólo podemos efectuar una propuesta que con el desarrollo de
la investigación muy posiblemente se verá substancialmente modificada.
Parece claro que el Montgó como macizo desempeiia durante la Edad del Bronce un papel
secundario dentro de la ocupación, explotación y dinámica evolutiva de los grupos humanos que
ocupan la zona. En él tan sólo parecen desarrollarse actividades secundarias desde el punto de
vista económico, con hábitats temporales o de escasa relevancia, como en el caso de la Cueva
del Montgó, posiblemente utilizada como lugar desde donde efectuar una explotación ganadera
del macizo. En el resto del mismo, se utilizarán, al igual que en épocas anteriores, sus múltiples
grietas, covachas y simas para efectuar enterramientos simples o de escasos individuos con ajuares propios de la Edad del Bronce, y aunarán antiguas tradiciones con ritos y ajuares propios del
momento.
En su entorno se despliegan toda una serie de asentamientos que tienen por denominador
común una ubicación en cerros de escasa altura, situados en los márgenes de las áreas susceptibles de ser explotadas agricolamente, con escasos o nulos elementos defensivos y con unos tamaños que no superan los 1000 m2• Su distribución en el espacio parece estar relacionada con varios
factores, geográficos, económicos, culturales y sociales. EL marco geográfico determina el espacio. Así, los macizos montaiiosos forman valles perpendiculares a la costa, la cual los une
mediante un llano litoral muy cambiante por las dinámicas erosivas terrestres y marítimas. Se
configura, de este modo, una línea de la costa inundable pero con amplios espacios cultivables.
Los objetivos de explotación agropecuaria del territorio conllevan una distribución del
poblamiento orientada hacia un aprovechamiento integral de todas sus posibilidades, teniendo
como objetivo secundario el control visual de los pasos de comunicación o una ocupación del
mismo desde una perspectiva sociopolítica. El modelo se complementa con una serie de peque.ños poblados -ocupaciones temporales de cuevas, y estructuras anexas a hábitat de mayor envergadura- que debemos relacionar con la citada explotación intensiva de las posibilidades y peculiaridades de los nichos ecológicos existentes, donde la recolección, la caza y la explotación de
productos secundarios -<:aza, pesca, marisqueo, ganadería, etc.- , complementarán La producción
básica de carácter cerealista.
Los datos y elementos que pennitan una periodización o una propuesta de dinámica cultural son casi inexistentes. El material recogido del mundo calcolitico y campaniforme muestra,
por un Lado, los intensos contactos que mantiene la zona con otras zonas peninsulares, a través
de las cuales llegan objetos de alto valor simbólico y social, predominando los elementos del
mundo de Los Millares, como los ídolos oculados, cerámicas pintadas, adornos de hueso y cáscara de avestruz y varios tipos de objetos metálicos, entre otros. A ellos se sumarán, por otro
lado, de forma paralela, o inmediatamente a continuación, los elementos del mundo campaniforme, con cerámicas decoradas, brazaletes de arquero, botones de perforación en V y algunos
tipos metálicos. En ambos casos, se produce la simbiosis de lo local con lo foráneo, que no sólo
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se limita a la adquisición o imitación de las formas, sino que alcanza en parte a su carga y valor
simbólico. Este hecho parece apuntar hacia sociedades con procesos de estructuración interna
cada vez más complejos.
Los márgenes cronológicos en los cuales se desarrolla este proceso son por el momento
imposibles de determinar, más aún cuando no poseemos datos que señalen elementos de la
forma, el modo y el momento en que se implantan los modos de vida de la Edad del Bronce.
Entre este momento, quizás en los primeros siglos del n milenio a. C., y la aparición de elementos propios del Bronce Tardío, se enmarcan la mayoría de los yacimientos aquí citados.
En un momento, que, grosso modo, situaríamos en la mitad del 11 milenio a. C., se comienzan a documentar cerámicas que, por sus características tipológicas y decorativas, se incluirían
en lo que, por el momento, denominamos para áreas más meridionales como Bronce Tardío, y
que, en un futuro, puede tratarse de los momentos iniciales de un Bronce Final. Por el momento desconocemos sus características locales, pero empiezan a vislumbrarse en las últimas actuaciones arqueológicas efectuadas.
Lo esencial, a nuestro juicio, de esta última fase del II milenio a. C. es la posible relación
existente entre la ubicación de los yacimientos, las rutas de navegación, los objetos y mercancías
de intercambio y los bagajes culturales que transitan por ellas. Esto puede llegar a explicar los
conjuntos ergológicos existentes en estos yacimientos y en otros más interiores, y quizás la dinámica cultural que con posterioridad llega a desarrollarse en esta comarca.
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CO SIDERACIO ES E TORNO AL POBLAMIE TO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARI A ALTA
Lám. 1.- Vista genera l del poblado de la Edad del Bronce del Penyal d' lfac (Calpe/Calp).
Lá m. 2.- Vista general del Cap Prim (J ávea/Xabia).
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J.L.
SIMÓN G ARC'iA y
M .A.
ESQl.f\111RI BllliA
Lám. 3.- ista general de la Cova del Montgó (J ávea/Xabia).
Lám. 4.- Vista General de ella (Pcdrcgucr).
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